LAS ESTACIONES DEL RECUERDO
De Ana Valdebenito
He querido retroceder en el calendario de mi vida,
re-encontrarme con mi niñez,
y mi tierra salitrera.
Quiero sacudirme la nostalgia para ver la nada.
he llegado a la estación de Gallinazos,
donde no hay nada,
nada;
pero qué importa si no está la casa de todos los días,
la llevo en el corazón.
En la nada de esta sombría estación
el tiempo se ha detenido,
y es el viento,
el único que no claudica en su silbar.
El cielo siempre azul,
en la bóveda de la noche,
las estrellas luminosas fueron nuestra luz,
y eternas compañeras.
Semiocultos en el salar,
distingo algunos rieles y durmientes
creo ver a mi padre,
con su uniforme de Jefe de Estación
recibiendo y despachando trenes.
Cómo no recordar
a la encargada del correo en la oficina Brach,
de pie, en medio de la calle,
rodeada por la gente,
lanzaba las cartas por el aire,
si el destinatario respondía a su llamada.
...fue el primer correo aéreo que conocí
Y la celebración, con guitarras y sandungas,
de la llegada de un nuevo año, en la oficina Virgo.
Cómo olvidar los sábados por la tarde
en la oficina Alianza,
cuando un grupo de hombres jóvenes
se ponían a tocar sus instrumentos,
y todos coreábamos:
...chiu chiu, chiu, chiu, cha,
canta, canta, pajarito que tu cantar me alegra el corazón”.
La oficina Iris,
donde todo el día escuchábamos tangos y zambas
de radios argentinas.
Imposible olvidar la soledad,
en la abandonada estación La Noria.
cómo nos asustábamos cuando niños
escuchando al eterno viento,
golpeando las puertas y ventanas,
tomados de las manos,
muy quietos,
esperábamos que las ánimas del desierto,
siguieran su camino.
Recuerdo la oficina Lagunas
y sus salares,
donde después de bañarnos
teníamos que sacudirnos la sal pegada al cuerpo.
Y la Estación Pintados
con su cerros llenos de jeroglíficos,
pintados hace miles de años
Veo a Paposo y sus bateas
aún con restos de salitre,
que el tiempo y el sol
han logrado poner amarillentos.
La oficina Hamberstone,
en sus días de gloria,
cuando íbamos a la filarmónica, al teatro,
o a la piscina.
¡Ah!,
si todo pudiera recomenzar,
aunque fuera como el pasajero extraño
de un tren fantasma,
volvería a mi desierto,
para, en medio del silencio,
conversar con el silbido del viento .
Aún te sueño,
aún te quiero,
aunque no quede nada..