domingo, 1 de mayo de 2011

LAS ESTACIONES DEL RECUERDO

LAS ESTACIONES DEL RECUERDO
De Ana Valdebenito


He querido retroceder en el calendario de mi vida,

re-encontrarme con mi niñez,

y mi tierra salitrera.

Quiero sacudirme la nostalgia para ver la nada.

he llegado a la estación de Gallinazos,

donde no hay nada,

nada;

pero qué importa si no está la casa de todos los días,

la llevo en el corazón.

En la nada de esta sombría estación

el tiempo se ha detenido,

y es el viento,

el único que no claudica en su silbar.

El cielo siempre azul,

en la bóveda de la noche,

las estrellas luminosas fueron nuestra luz,

y eternas compañeras.

Semiocultos en el salar,

distingo algunos rieles y durmientes

creo ver a mi padre,

con su uniforme de Jefe de Estación

recibiendo y despachando trenes.

Cómo no recordar

a la encargada del correo en la oficina Brach,

de pie, en medio de la calle,

rodeada por la gente,

lanzaba las cartas por el aire,

si el destinatario respondía a su llamada.

...fue el primer correo aéreo que conocí

Y la celebración, con guitarras y sandungas,

de la llegada de un nuevo año, en la oficina Virgo.

Cómo olvidar los sábados por la tarde

en la oficina Alianza,

cuando un grupo de hombres jóvenes

se ponían a tocar sus instrumentos,

y todos coreábamos:

...chiu chiu, chiu, chiu, cha,

canta, canta, pajarito que tu cantar me alegra el corazón”.

La oficina Iris,

donde todo el día escuchábamos tangos y zambas

de radios argentinas.

Imposible olvidar la soledad,

en la abandonada estación La Noria.

cómo nos asustábamos cuando niños

escuchando al eterno viento,

golpeando las puertas y ventanas,

tomados de las manos,

muy quietos,

esperábamos que las ánimas del desierto,

siguieran su camino.

Recuerdo la oficina Lagunas

y sus salares,

donde después de bañarnos

teníamos que sacudirnos la sal pegada al cuerpo.

Y la Estación Pintados

con su cerros llenos de jeroglíficos,

pintados hace miles de años

Veo a Paposo y sus bateas

aún con restos de salitre,

que el tiempo y el sol

han logrado poner amarillentos.

La oficina Hamberstone,

en sus días de gloria,

cuando íbamos a la filarmónica, al teatro,

o a la piscina.

¡Ah!,

si todo pudiera recomenzar,

aunque fuera como el pasajero extraño

de un tren fantasma,

volvería a mi desierto,

para, en medio del silencio,

conversar con el silbido del viento .

Aún te sueño,

aún te quiero,

aunque no quede nada..

sábado, 19 de febrero de 2011

Flojeando una tarde de sábado


Mirar el techo, conversar y escuchar música una tarde de sábado nos lleva a importantes descubrimientos:
  • Dudo escuchar alguna vez de una amiga "uy! si, justo ayer un gorila gigante se enamoró de mi, no sé que hacer" ... definitivamente King Kong no es una historia de amor realista.
  • Cuando tenemos la ventana de la pieza abierta y riegan el condominio de al lado de mi edificio el agua se siente muy cerca, como cayendo encima de uno.
  • Que Colin Greenwood no es sólo el hermano de Johnny como pensé alguna vez, de hecho compuso temas re buenos.
  • Que Sergio Leone ama el cine y por eso lo amamos a él.
  • Que hay más hiphoperos en la generación que hoy tienen 28 que en la generación que hoy tienen 31, o al menos lo habían más cuando estaba de moda Wu Tang Clan y Cipress Hill
  • Que la música de Charles Mingus está lista para hacer una porno de elefantes, de hecho debería haberle puesto a su banda "Elephant Porn".
  • Que escuchar en silencio "Wild is the Wind" de Nina Simone junto a la persona amada es especialmente emocionante.

PD: Probablemente este va a ser una de las pocas páginas a las que se va a llegar mediante la búsqueda de "Porno de elefantes" en google.

viernes, 7 de enero de 2011

La muerte

*Extracto del libro "Crónica del pájaro que da cuerda al mundo" de Haruki Murakami


—Oye, señor pájaro-que-da-cuerda —dijo May Kasahara con un carraspeo.

—¿Qué?

—Si el hombre viviera eternamente, sin desaparecer, sin envejecer, si pudiera vivir una juventud perpetua en este mundo, ¿crees que se rompería la cabeza, como hacemos nosotros, pensando en esto y aquello? Es decir, nosotros pensamos, más o menos, en muchas cosas, ¿no? Filosofía, psicología, lógica, o religión, literatura. ¿Crees que si no existiera la muerte surgirían todos esos pensamientos, esos conceptos tan complicados en la superficie de la tierra? Es decir...

May Kasahara se interrumpió en este punto y enmudeció. Mientras tanto, la expresión «es decir» quedó colgando, inmóvil, en la oscuridad del pozo, como un fragmento de pensamiento arrancado a la fuerza. Quizás hubiera perdido las ganas de seguir hablando. O quizá necesitara tiempo para pensar cómo continuar su discurso. Permanecí en silencio esperando a que prosiguiera. Mantenía la cabeza gacha. De repente, se me ocurrió que si quisiera matarme enseguida lo tendría fácil. Bastaría con traer un pedrusco y dejarlo caer dentro del pozo. Si tiraba varios, alguno me daría en la cabeza.

—Es decir..., lo que yo creo es que el hombre piensa en el significado de la vida porque sabe con certeza que va a morir algún día. ¿No te parece? ¿Quién se tomaría en serio el hecho de estar vivo si viviera eternamente? ¿De dónde surgiría esta necesidad? Aun suponiendo que la tuviera, uno acabaría diciendo: «Todavía tengo muchísimo tiempo. Ya pensaré en ello más adelante». Pero eso, en la realidad, no es así. Nosotros debemos pensar en este instante, aquí y ahora. Mañana por la tarde quizá muera atropellada por un camión. Quizá dentro de tres días tú mueras de hambre y de sed en el fondo de este pozo. ¿No es así? Nadie sabe lo que va a ocurrir. Por eso nosotros, para evolucionar, necesitamos la muerte. Eso es lo que creo. Cuanto más viva y gigantesca sea la presencia de la muerte, más pensaremos en ella. —Y en este punto, May Kasahara hizo una pausa—. Oye, señor pájaro-que-da-cuerda.

—¿Qué?

—Tú, ahí dentro, en la oscuridad, ¿has pensado en tu muerte?, ¿en cómo te irás muriendo ahí dentro?

Reflexioné un instante.

—No —dije—. No he pensado especialmente en ello.