miércoles, 14 de octubre de 2009

Resultados, no causas

*Extracto del libro "Las uvas de la Ira" de John Steinbeck

La tierra del oeste, nerviosa ante el cambio que se avecina. Los estados del
oeste, nerviosos igual que los caballos antes de la tormenta. Los grandes
propietarios, nerviosos, sintiendo el cambio, pero sin saber nada acerca de su
naturaleza. Los grandes propietarios, dirigiendo sus esfuerzos contra lo
inmediato, el gobierno en expansión, la creciente unidad de los trabajadores;
atacando los nuevos impuestos, los proyectos; sin darse cuenta de que estas
cosas son resultados y no causas. Resultados, no causas; resultados, no causas.
Las causas yacen en lo más hondo y son sencillas: las causas son el hambre en
un estómago, multiplicado por un millón; el hambre de una sola alma, hambre
de felicidad y un poco de seguridad, multiplicada por un millón; músculos y
mente pugnando por crecer, trabajar, crear, multiplicado por un millón. La
función última del hombre, clara y definitiva: músculos que buscan trabajar,
mentes que pugnan por crear algo más allá de la mera necesidad: esto es el
hombre. Levantar un muro, construir una casa, una presa y dejar en el muro, la
casa y la presa algo de la esencia misma del hombre y tomar para esta esencia
algo del muro, la casa, la presa: músculos endurecidos por el trabajo, mentes
ensanchadas por la asimilación de líneas nítidas y formas que fueron parte de la
concepción de la obra. Porque el hombre, a diferencia de cualquier otro ser
orgánico o inorgánico del universo, crece más allá de su trabajo, sube los
peldaños de sus conceptos, emerge por encima de sus logros. Se puede decir
que cuando las teorías cambian, se desmoronan, cuando las escuelas y las
filosofías, cuando oscuros callejones estrechos de pensamiento, nacional,
religioso, económico, crecen y se desintegran, el hombre extiende una mano,
avanza tambaleante, penosamente, a veces en dirección equivocada. Habiendo
dado un paso adelante, puede resbalar, pero sólo medio paso, nunca dará el
paso entero hacia detrás. Esto se puede decir del hombre y se sabe. Es evidente
cuando las bombas caen de los negros aviones en medio de la plaza del
mercado, cuando se ensarta a los prisioneros como si se tratara de cerdos,
cuando los cuerpos aplastados se desangran entre la suciedad y el polvo. De esta
forma se puede uno dar cuenta. Si no se diera ese paso, si el dolor de avanzar a
trompicones no fuera algo vivo, las bombas dejarían de caer estando vivos los
que las arrojan, porque cada una de las bombas es la prueba de que el espíritu
no ha muerto. Y teme el momento en que las huelgas dejen de producirse
mientras los grandes propietarios siguen vivos, porque cada pequeña huelga
aplastada es la prueba de que se ha dado el paso. Puedes saber esto: teme el
momento en que el hombre deje de sufrir y morir por un concepto, porque esta
cualidad es la base de la esencia humana, esta cualidad es el hombre mismo, y
lo que le diferencia en el conjunto del universo.

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